Es curioso observar la sincronicidad de fechas en Europa: empezó con la anulación de muchas fiestas de Carnaval, especialmente del famoso Carnaval de Venecia. Sabemos que son unos días en los que el color, la diversión, la alegría y la juerga inundan las calles antes de que el orden, la abstinencia y el ayuno de la Cuaresma (quien la haga) empiece el Miércoles de Ceniza (el día del entierro de la sardina).

Es una curiosa forma de decir que la diversión y el “desorden” que se forma por seguir nuestro camino se ha acabado por una temporada, como si ya nos hubiéramos divertido bastante por ahora. Es un curioso modo de expresar que el entretenimiento social y las interacciones personales se dejan a un lado y que nos centremos en la seriedad y la formalidad con mínima interacción social física. Es una curiosa manera de recortar la libertad que tenemos de ir donde queramos cuando queramos con quien queramos. Es una curiosa invitación a compartir tiempo con nosotros mismos y con las demás personas que conviven con nosotros en nuestro hogar.

Pero eso no es todo. Es curioso que las cuarentenas coincidan con la Cuaresma. Ambas unidas por el número cuarenta (40): “cambio, desafío y toma de decisiones”. Es un tiempo de pruebas y dificultades, en el que se acaba una etapa y empieza otra. Ambas, cuarentena y Cuaresma, implican recogimiento, ya sea un periodo de convalecencia ya sea un tiempo de prestarnos atención. Hay un antes y un después de ese periodo de tiempo.

Te invito a que me acompañes unos minutos (en estos días tienes tiempo) y descubras que puedes fluir con esta situación, aprovechando la energía tan profunda que se está moviendo en estos días. Amplía la visión.

En estos momentos navegamos por la zona de los rápidos del río de la vida: la corriente es fuerte, y en este tramo del río observamos muchas piedras y los rápidos parecen que van a más velocidad. Lo mejor es aprovechar la corriente para encaminar la vida hacia donde queramos dirigirnos. No, no se trata de ir contracorriente, se trata de mantener el foco en lo importante. No se trata de ahogarnos en el trayecto, se trata de mantenernos a flote y de saber dónde está nuestro Norte para dirigirnos a él cuando la corriente se calme.

Empezamos por el significado de la Cuarentena y de la Cuaresma, y, paso a paso, nos adentraremos en la poderosa simbología que se encierra en ellas y cómo podemos alimentarnos de las energías que se mueven en esta parte del ciclo del año (tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur) para crecer y nacer a una vida más plena y profunda.

Cuarentena y Cuaresma. Significado de la Cuaresma

En medicina, la cuarentena es el periodo de tiempo en que se realiza un aislamiento preventivo a las personas que estén o puedan estar contagiadas. Así se impide el contacto entre personas sanas y enfermas. Esto sirve para limitar o evitar el riesgo de propagación de una enfermedad.

Si se evitan nuevos contagios, la enfermedad desaparece por sí sola: no tiene más huéspedes y los que estaban contagiados quedan inmunizados.

La palabra cuarentena viene del italiano quaranta giorni (cuarenta días).

Sin embargo, cada patología tiene su propio tiempo de incubación y recuperación, así que el tiempo puede ser diferente de cuarenta días, por ejemplo, puede ser de cien días o de catorce.

En 2020 la Cuaresma empieza el miércoles 26 de febrero con el entierro de la sardina el Miércoles de Ceniza, y acaba el jueves 9 de abril, que es Jueves Santo. A continuación viene el Viernes Santo, el Sábado Santo, el Domingo de Resurrección y el Lunes de Pascua (13 de abril en 2020).

¿Qué es la Cuaresma?

La Cuaresma en el calendario cristiano es un tiempo de preparación para empezar una nueva vida a partir de Pascua. ¿Cómo nos preparamos? Dedicando tiempo a la oración, a la reflexión, a la limosna y a hacer actos de penitencia cuando es preciso. Recuerda que penitencia en la Biblia significa conversión, es decir, arrepentimiento y cambio de vida.

La Cuaresma es un tiempo de austeridad, introspección y reflexión. Es un momento que nos dedicamos a mirar en nuestro interior, a nosotros mismos, y así comprobar si estamos en la dirección correcta para ser como queremos ser y si vamos para donde queremos ir.

¿Vamos hacia nuestro Norte o hace tiempo que nos olvidamos de cuál es y nos dedicamos a caminar por donde nos lleva el viento de los demás? ¿Hay coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos?

Estos momentos de reflexión en soledad y austeridad se reflejan en los cuarenta días y cuarenta noches que pasa Jesús en el desierto, antes de empezar a predicar públicamente el Reino de Dios y a hacer milagros.

En la introspección nos ayuda la meditación y la oración.

La oración es un acto de comunicación. Al comunicarnos con la divinidad, aumenta el conocimiento sobre nosotros mismos. No sólo tenemos pistas por lo que nos preocupa, lo que agradecemos, lo que pedimos y cómo lo pedimos, entre otras cosas. Recuerda que la humanidad comparte la imagen y semejanza con Dios: “hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra propia semejanza”. (Nota: hombre entendido como humanidad, ya que poco después especifica “macho y hembra los creó”. Otra cosa es que por razones histórico-sociales-culturales se haya equiparado hombre a macho o varón. Hombre deriva del latín homo, que viene de humus: “tierra” o “suelo”, en oposición a celestial o divino, así como una referencia a que estamos formados con el polvo de la tierra).

La imagen es la representación de una cosa, así que al representar la divinidad tenemos características en común (queramos reflejarlas o no). La semejanza indica proporción entre lo que se compara, es decir, se tiene la misma forma y características independientemente del tamaño o medida. Por ejemplo, Dios es creador, y nosotros también los somos: obras de arte, robots…

Lo que es arriba es como es abajo.

Conociendo a Dios, también nos conocemos a nosotros mismos. Y para comunicarse con Dios es preciso conocerlo o querer conocerlo para dirigirle la palabra, así la comunicación es posible. ¿Cómo es la divinidad en la que creemos (si creemos en alguna)? ¿Estamos cerca o lejos de la divinidad? ¿Espera algo de nosotros?

Jesús resume lo que se espera de nosotros: “ Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Amarás al prójimo como a ti mismo”. Uno de los nombres de Dios es Yahvéh. Si escuchamos a los profetas del Antiguo Testamento, Yahvéh nos reclama tres cosas: practicar la justicia (actuar correctamente, con equidad), amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios.

¿Qué pasa después de los 40 días que dura la Cuaresma?

La Cuaresma recuerda las tentaciones de Jesús después de los cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. Entonces, Jesús empieza la predicación del reino de Dios y se dedica a enseñar y a realizar milagros.

El Domingo de Ramos (sexto domingo de Cuaresma, el 5 de abril en 2020) se recrea cuando Jesús entra en Jerusalén con la bendición de la Palma.

En el Jueves Santo (9 de abril en 2020) se conmemora la Pascua, y se reflexiona sobre la Última Cena y el Prendimiento.

El Viernes Santo (10 de abril en 2020) se recuerda la Pasión, la coronación de espinas, la Crucifixión y la muerte de Jesús.

El Sábado Santo (11 de abril en 2020) se recuerda a Jesús en el sepulcro y su descenso a los Infiernos (donde habitan los difuntos).

El Domingo de Resurrección (12 de abril en 2020) y el Lunes de Pascua (13 de abril en 2020) se celebra cuando Jesús vuelve a la vida. Resucitar viene del latín resurrectio: “levantarse de nuevo”, “resurgir” o “alzarse de nuevo”.

Pero no acaba ahí. La Cuaresma es el principio de un proceso espiritual. Después de cuarenta días del Domingo de Resurrección se celebra el día de la Ascensión (21 de mayo en 2020), y se recuerda cuando Jesús sube al cielo en presencia de los discípulos tras anunciarles que les enviará al Espíritu Santo.

Diez días después (cincuenta días después de la Resurrección) es el día de Pentecostés (31 de mayo en 2020): festividad consagrada a la venida del Espíritu Santo.

Después de siete días es el Domingo de Solemnidad de la Santísima Trinidad (7 de junio en 2020)y, finalmente, tres días después (sesenta días después de la Resurrección) es el jueves de Corpus Christi (11 de junio en 2020): el Cuerpo de Cristo (hace referencia a la Eucaristía), cuya festividad se alarga hasta el Domingo de Corpus Christi (14 de junio en 2020).

El jueves de Corpus Christi se celebra después del noveno domingo que viene luego de la primera luna llena de primavera (la Pascua) en el hemisferio norte. En el caso del hemisferio sur, de la primera luna llena de otoño.

Energías de este ciclo en el hemisferio norte

Empecemos observando qué ocurre en la Naturaleza.

La Cuaresma empieza a finales de invierno, de cara a la primavera. La Naturaleza se va despertando. El equinoccio de primavera siempre es a finales de la Cuaresma. Durante el equinoccio la duración del día es la misma que la duración de la noche. Hay las mismas horas de luz y de oscuridad. Da la idea de equilibrio, ecuanimidad.

A partir de este día, los días son cada vez más largos. Tal vez al principio no se note mucho, pero los seres vivos cada vez sentimos más la luz y la energía que brota durante la primavera. La Naturaleza cada vez nos obsequia con más fertilidad. En cuanto nos descuidemos, habrá flores por todos los lados, brotando espontáneamente con la calidez del Sol. Muchas crías nacerán. La vida empieza a fluir por doquier.

La Pascua se celebra durante la primera luna llena (plenilunio) después del equinoccio de primavera. La Luna se ve completa al recibir los rayos del Sol en la cara visible. Da la idea de totalidad y plenitud. Es un momento de expansión acompañado con una gran cantidad de energía.

Imagínate que somos una semilla. Estamos en el interior de la Tierra, protegidas de la dureza del frío invierno. Estamos esperando nuestro momento. Tenemos tiempo para reflexionar y saber quienes somos, también hacia dónde queremos dirigirnos.

Un día, empezamos a notar que la Tierra es más cálida a nuestro alrededor, sentimos el agua benefactora. Empezamos a despertar. El invierno va quedando atrás y la primavera se acerca. Notamos cambios en nuestro interior. Nuestro Ser se despierta.

Los vientos de la Cuaresma nos susurran que seamos fieles a nuestra naturaleza, que seamos coherentes en nuestro pensamiento, palabra y obra. Ahora somos una semilla, pero nuestro Norte es germinar y ser lo que en realidad somos, con todo nuestro esplendor, ya sea una flor, un árbol o una gramínea.

¿Nos conocemos bien? Hemos estado mucho tiempo resguardados durante el invierno. Hemos tenido tiempo de introspección y reflexión. Sabemos que somos valiosos. Es hora de mostrar la Luz de nuestro Ser al Mundo.

Ahora somos una semilla. Sin embargo, el hecho de persistir en ser una semilla nos bloquearía en nuestro Norte. De esta manera, morimos como semilla para nacer como lo que siempre hemos sido: nuestra esencia se manifiesta al mundo.

La semilla crece y se transforma en un nuevo Ser, que, sin embargo, siempre ha sido en esencia.

Es una clara invitación a responsabilizarse de la situación de nuestra vida, de ser sensatos y coherentes, de actuar con serenidad y determinación. Se trata de hacer lo mejor para nosotros y para todos los que hay en nuestro alrededor. ¿Qué pasaría si todas las semillas tuvieran miedo a crecer y ser ellas mismas y permanecieran como semillas? No germinarían. La primavera no sería tan exuberante, sería más bien árida.

Se trata de levantarse de nuevo, de resurgir de la oscuridad como el Ser maravilloso que somos. Es la Resurrección.

Ahora recuerda todo lo que hemos mencionado antes sobre la Cuaresma y sobre qué pasa después de los cuarenta días. Recuerda todo lo que sabes sobre este periodo. Recuerda que la Muerte de Jesús es el principio de la Resurrección a la Vida. Observa lo que pasa en estos momentos en nuestra vida.

Es cierto que la vida nos da las cartas, pero somos nosotros los que decidimos qué hacer con ellas y cómo jugarlas (la palabra jugar viene del latín iocari: “hacer algo con alegría”). Lo que hagamos depende de nosotros. Las energías que se mueven en este ciclo nos invitan a reflexionar sobre nosotros mismos y a ser coherentes con nosotros mismos. Y lo más importante, nos invitan a mostrar lo mejor de nosotros mismos.

Ahora tenemos tiempo: ¿qué hacemos con él? Podemos hacer muchas cosas. Depende de nosotros. ¿Nos dejaremos llevar por el miedo y la inseguridad o nos va a guiar el Amor y la confianza?

¿Vamos a convivir con paciencia y cariño con nuestros seres queridos o vamos a vomitar en ellos nuestra frustración? ¿Vamos a dedicar tiempo a nuestras pasiones y hobbies y a reinventarnos o vamos a quejarnos sin más de la situación?

¿Vamos a encontrar nuestro propósito y definir objetivos o vamos a dejarnos llevar por la negatividad? ¿Vamos a trabajar en nosotros y centrarnos en nuestro Norte o vamos a tirar la toalla antes de empezar? ¿Vamos a evadirnos de la realidad sumergiéndonos todo el rato, perdiendo la noción del tiempo, en mundos virtuales de series, vídeos y videojuegos o vamos a responsabilizarnos de nuestra vida? Está bien distraerse un rato, pero otra cosa es evadirse.

Recuerda que crisis significa “separar”, “punto de ruptura” o “decidir”. Algo se ha separado, hay un cambio muy marcado y conviene decidir qué hacer a continuación. Es una invitación al análisis y a la reflexión, a tomar decisiones (curiosamente, el mensaje de la Cuaresma).

¿Qué Camino voy a tomar ahora? Es importante elegir con prudencia, inteligencia y valentía. Cuando una puerta se cierra, otra se abre. ¿Qué opciones hay? ¿Podemos reinventarnos? Puede parecer difícil, pero la Seat, de dedicarse a la cadena de montaje de automóviles, ahora hace respiradores homologados. Pensemos… ¿Qué oportunidades se abren ante nosotros? Puede llegar a ser duro, no nos vamos a engañar. Pero no lo hagamos más duro de lo necesario.

¿Mi decisión? Si te interesa, mi decisión es actuar con Amor en mi corazón, con la confianza de que la Luz al final del túnel está cada vez más cerca. Al fin y al cabo, es más oscuro justo antes del amanecer. Decido mantener mi Foco en mi Norte. Tengo la certeza de que si todos sacamos lo mejor de nosotros mismos en esta situación en que estamos viviendo este 2020, que es lo que estoy viendo mayoritariamente, todo irá bien. La vida es tan frágil como fuerte y preciosa en su diversidad.

Recuerda, después de la tormenta siempre vuelve a brillar el Sol.

Energías de este ciclo en el hemisferio sur

Se mueven las mismas energías de la Cuaresma y que en el hemisferio norte (leelas), pero a nivel más profundo. En el hemisferio norte estamos en primavera y vamos al verano. En el hemisferio sur están en otoño y van para el invierno. La vida es un ciclo.

La Cuaresma ha empezado al final del verano y se dirige al otoño. La Naturaleza se va preparando para recoger las cosechas. El equinoccio de otoño siempre es a finales de la Cuaresma. En el equinoccio hay las mismas horas de luz y de oscuridad, el día y la noche duran lo mismo. Da la idea de equilibrio, ecuanimidad.

A partir de este día, los días son cada vez más cortos. Tal vez al principio no se note mucho, pero los seres vivos cada vez nos recogemos más, hay menos la luz y la energía se va adormeciendo. La Naturaleza cada vez se vuelve más sobre sí misma. En cuanto nos descuidemos, los árboles caducifolios (de hoja caduca) perderán las hojas. Muchos animales buscarán dónde resguardarse. La vida empieza a buscar refugio.

La Pascua se celebra durante la primera luna llena (plenilunio) después del equinoccio de otoño. Da la idea de totalidad y plenitud. Es un momento de expansión acompañado con una gran cantidad de energía. Brilla antes de menguar de nuevo.

Es la época de la cosecha. Los jugosos frutos tienen en el interior a las semillas. El fruto morirá y vendrá la Resurrección a través de las semillas. Las semillas irán a la Tierra. Imagínate que somos una semilla. Ahora estamos en el interior de la Tierra, protegidas de las inclemencias del tiempo. Ahora es otoño, después viene la dureza del frío invierno. Estamos esperando a que las condiciones sean oportunas.

Tenemos tiempo para reflexionar y saber quienes somos, también hacia dónde queremos dirigirnos.

Un día, empezamos a notar que la Tierra es más fría a nuestro alrededor, sentimos que el otoño va quedando atrás y el invierno se acerca. Nos preparamos para mantenernos con vida. Notamos calma y serenidad en nuestro interior. Nuestro Ser se duerme.

Los vientos de la Cuaresma nos susurran que seamos fieles a nuestra naturaleza, que seamos coherentes en nuestro pensamiento, palabra y obra. Ahora somos una semilla, y nuestro Norte es germinar y ser lo que en realidad somos, con todo nuestro esplendor, pero ahora no es el momento. Hay que esperar a la primavera.

Ahora somos una semilla. Sin embargo, el hecho de persistir en germinar en estas condiciones no nos beneficiará, a menos que seamos un Ser que florezca en invierno. Como por ejemplo, la freesia. Entonces es el momento de germinar.

Es una clara invitación a responsabilizarse de la situación de nuestra vida, de ser sensatos y coherentes, de actuar con serenidad y determinación. De mantenerse con vida de cara al invierno. Se trata de hacer lo mejor para nosotros y para todos los que hay en nuestro alrededor. Se trata de esperar a salvo hasta que el invierno pase, de ayudar a otras semillas con nuestro calor. Se trata de decidir cómo vamos a pasar este tiempo.

Durante el invierno puede parecer que la Naturaleza muere, pero en realidad está latente, esperando.

Sabemos que la primavera llegará. Entonces será el momento de levantarse de nuevo, de resurgir de la oscuridad como el Ser maravilloso que somos.

Ahora recuerda todo lo que hemos mencionado antes sobre la Cuaresma y sobre qué pasa después de los cuarenta días. Recuerda todo lo que sabes sobre este periodo. Recuerda que la Muerte de Jesús es el principio de la Resurrección a la Vida. Observa lo que pasa en estos momentos en nuestra vida.

Es cierto que la vida nos da las cartas, pero somos nosotros los que decidimos qué hacer con ellas y cómo jugarlas. Nuestras acciones dependen de nosotros. Las energías que se mueven en este ciclo profundizan aún más en el sentido de preparación y de reflexión sobre nosotros mismos y a mantener el Foco en lo importante. Nos invitan a la coherencia y el recogimiento. Y lo más importante, nos invitan a que en todo momento demos lo mejor de nosotros mismos.

Ahora tenemos tiempo: ¿qué hacemos con él? Podemos hacer muchas cosas. Depende de nosotros. ¿Nos dejaremos llevar por el miedo y la inseguridad o nos va a guiar el Amor y la confianza?

Recuerda, por duro que sea el invierno, la primavera vuelve a florecer. Mantenemos el Foco en nuestro Norte. Sabemos que al final del túnel la Luz vuelve a brillar.

Gracias por el tiempo compartido.

Cuida el espíritu.